El Poder del Color en el Arte Románico y Gótico
Si los colores hablaran, el azul y el rojo contarían historias de reyes, santos y poder divino. No es casualidad que en las obras maestras del románico y el gótico, estos dos tonos dominen con una presencia casi hipnótica. Pero, ¿qué nos dicen realmente?
Azul: El Mensajero del Cielo
Desde el lapislázuli intenso hasta los tonos ultramarinos que parecían robados del firmamento, el azul se convirtió en el color por excelencia de lo divino. En la Edad Media, vestir de azul no era solo cuestión de estética, sino de conexión celestial.
Las vestiduras de la Virgen María, los fondos de los mosaicos y los vitrales que inundan de luz las catedrales góticas se visten de azul para recordarnos que el cielo está presente en la tierra. La elección no fue al azar: este pigmento, derivado del valioso lapislázuli traído desde Afganistán, era más caro que el oro, lo que lo convertía en un lujo reservado para lo sagrado. En el gótico, su uso se intensificó, dotando de una espiritualidad etérea a las representaciones religiosas.
Rojo: Poder, Pasión y Sangre Real
El rojo, por otro lado, era el color del poder terrenal. Utilizado por emperadores y reyes, este tono vibrante simbolizaba la fuerza y la autoridad divina otorgada a los monarcas. En el arte medieval, los santos mártires se visten de rojo, evocando el sacrificio y la pasión, mientras que en los tapices y frescos de castillos, este color es un recordatorio de la grandeza y la sangre azul.

La obtención del rojo era un proceso complejo y costoso. Uno de los pigmentos más apreciados era el rojo púrpura de Tiro, extraído de los moluscos murex. Su difícil recolección y el arduo proceso de extracción hacían que solo los emperadores y altos dignatarios pudieran vestirlo. Con el tiempo, otros tintes como la cochinilla o la rubia tintoria reemplazaron al preciado púrpura, pero el simbolismo de poder y riqueza se mantuvo.
El rojo también era un color de advertencia. En los Juicios Finales representados en los ábsides de las iglesias, los demonios se tiñen de rojo para marcar el peligro y la condenación. Un color que, dependiendo de su uso, podía elevarte al cielo o arrastrarte a las profundidades.
Este simbolismo del rojo ha perdurado hasta nuestros días. Las alfombras rojas por las que desfilan las celebridades en eventos de gala tienen su origen en la distinción imperial de la Antigüedad. Los telones de los teatros, que marcan el umbral entre la realidad y la ficción, también conservan este legado de majestuosidad y exclusividad.
El Arte de Leer los Colores
En nuestros recorridos por Barcelona, exploramos cómo estos colores transformaron el arte y la religión medieval. Pero además observamos que el lenguaje del color no se detiene en la historia del arte. Comprender su simbolismo nos ayuda a ver el mundo con nuevos ojos: el azul sigue representando lo celestial y lo divino, mientras que el rojo continúa siendo sinónimo de poder y advertencia. Lo encontramos en la capa de los monarcas británicos en sus ceremonias de coronación, en la alfombra roja de los premios más prestigiosos, y en señales cotidianas como el rojo de un semáforo o de una señal de stop, recordándonos que su mensaje de autoridad y precaución sigue vigente hasta nuestros días.
La próxima vez que observes un cuadro medieval o camines por las calles de Barcelona, detente un instante. Mira el azul, siente el rojo y descubre cómo los colores han guiado nuestra percepción del mundo a lo largo de los siglos.